domingo, 3 de febrero de 2008

El universo en una Carie

No es normal que a una persona le entre el universo en una carie, sin embargo, tampoco es demasiado normal que la señora de la otra cuadra se la pase queriendo saber de la vida de los vecinos, y de eso nadie dice nada. Cuando se empezó a correr el rumor de que Luisito tenía al universo en una carie, las comadronas del gallinero se comenzaron a convulsionar logrando escenas realmente apocalípticas que ni el más barato director de cine hollywoodense hubiera imaginado. Que cómo puede ser, que es un irresponsable, que la vida no es así, que la juventud esta perdida, que el tomate esta realmente caro, fueron ciertas cosas que se escucharon en el angosto pasaje sin nombre. De todos modos se llegó a escuchar cosas de bastante peor gusto y de mucho menor acierto como la graciosa afirmación de que había que cepillarse los dientes todos los días… y más de una vez por día…. Después de cada comida. Al fin y al cabo siempre había un loco en el barrio que se sentía Napoleón Bonaparte descubriendo América y con derecho a decir tamañas bravuconadas. Como es de esperarse el pequeño poseedor del universo en su boca, se comenzó a sentir algo incomodo al ser observado por toda la cuadrilla de viejas chusmas. Sin embargo tampoco era algo que no lo dejara vivir. Su vida continuaba normalmente, adicionando obviamente cierto sentimiento de culpa cuando mordía con el premolar derecho contemplando la posibilidad de un Big Crunch intrabucal, lo que no le agradaba. Y así Luchito fue bajando de peso porque poco a poco el sentimiento de culpa se le acentuó, y el mismo llegó a ser tal que en un extremado sentir de patriotismo cosmopolita fue dejando paulatinamente las ingestas diarias, hasta llegar a la situación vulgarmente conocida como no comer un cuerno. Estaba realmente flaco, se sentía débil, aunque heroico a la vez. Ahora sí, recorría los caminos con una cara pálida y escuálida pero con un dejo de fulgor orgulloso que dejaba leer algo así como –tranquilos Luisito está aquí- Y ya que hablamos de los caminos, valga destacarse, que Luisito no recorría los caminos en orden sino que los recorría salteados. Era un verdadero salteador de caminos, y nada más lejos de ser un bandido medieval que realizara atracos a caravanas, nada más falso que eso en él. Volviendo un poco al tema que exalto en aquellas vacaciones a las insípidas vecinas, tendríamos que tener en cuenta que a pesar del socrático orgullo y placer sentidos por el deber cumplido, Luisito era a la vez co-protagonista, junto a su carie, de una compleja novela psicológica, perteneciente, por supuesto, a otro autor.[1] El nudo de dicha novela era que justamente Luisito al hacer el acto heroico de no comer para no destruir al universo desde el cual escribo y ustedes leen, se debilitaba más y más y se encaminaba a morir lentamente siendo el universo golpeado por guerras, hambrunas, pestes, terremotos, tsunamis e invasiones masivas de vendedores de perfume del barrio de Liniers. ¿Qué debía hacer? ¿Por qué él tenía que enfrentar tan grave encrucijada ético-ciudadana-moral-social-cultural-intelectual-física-y demás? ¿Por qué simplemente no tuvo ciertas bacterias en el lugar de su carie, o por lo menos el universo en un zapato, para poder cuidarlo mejor? La respuesta es simple, -porque no-. Y con esto lucho lloró, y lo hizo de manera muy amarga y sincera. No tuvo más remedio que hacerlo. Tuvo que hacer lo que siempre odió: hacerse cargo. Sacó turno con el dentista. No aguantaba más. Se dirigiría al salvaje carnicero con disfraz de profesional para decirle: -¡tordo soluciónemelo, sáquemela!- La sala de espera era un caldo de cultivo. Llamaban a los pacientes uno por uno tardando aproximadamente entre 26 minutos y 6 años bisiestos entre uno y otro. Luís se desesperaba y golpeaba sus nudillos con los dedos estirados de la otra mano. Su pie repiqueteaba como caballo terco, levantando el polvo del suelo del siniestro lugar. Las paredes manchadas por años de gratitud formaban ellas solas mensajes como –No lo hagas-; -Asesino- ; -¡Hola Susana!- ; o –GAME OVER-. La asistente salió del consultorio,. El creyó que su hora, y la de todos, había llegado pero no. Pasó otro avaro paciente más. Ya la transpiración formaba una docena de Tigres y Eufrates en la frente del joven, siendo su conciencia un martilleo constante y parejo que no le daba paz. La respiración entrecortada le agitaba el pecho y el corazón sobreexigido bombeaba sangre como podía. Ahora sí, señor Bisturí, su turno. Luís se paró en el lugar sin utilizar las manos para hacerlo, giro una pierna en el lugar y la otra la detuvo pensativo. Esbozoó un pequeño e imperceptible gesto de ese soy yo, y dio un primer paso hacia el consultorio. Sin embargo de repente, la duda lo atacó nuevamente. ¿Qué debía hacer? Sacarse la muela y terminar con el suplicio, y secundariamente con la historia del universo; o retirarse hacia la calle para llevar en su diente una carga pesada, pero a lo lejos gloriosa. Se encontraba en la mitad del pasillo a la misma distancia exacta de la puerta del consultorio que de la puerta que daba a la calle. Los hemisferios cerebrales trabajaban más que de costumbre. Luís lloraba. De todos modos, se que hasta aquí nadie ha creído ni una sola palabra de lo escrito, lo que me lleva a pensar en la necesidad de que nuestro héroe se detenga ahí como esperando en actitud extorsiva. No escribiré más sobre este asunto, porque no me da ganas de hacerlo cuando no me creen mis historias. Luís seguirá ahí o tal vez no, tal vez ya tomó y ejecutó alguna decisión. A ustedes no les importa porque no creen. Así que por favor no molesten de aquí en más.[2] [1] Dicho autor ya murió y justo antes de morir ingirió una por una las páginas de su obra. Dicho esto se ruega no insistir ya que es metafísicamente imposible que haya pruebas de la existencia de dicha novela psicológica. [2] Perdón Mark Twain. Paupérrimo homenaje.

Lo que se ve


Creo que ganadora de algun premio que sinceramente no me importa. Solo me importa lo que se ve.