viernes, 25 de enero de 2008

Breve Relato sin fin

Con una encanto inmedible logro lo que nunca se había propuesto. De hecho ni siquiera lo había conocido y debido a las distancias que los separaban, rayanas de lo grosero, era muy probable que ni siquiera se hubieran visto jamás. La cercanía que los unía era fruto del más imperfecto azar. No eran una princesa y un plebeyo, ni un plebeyo y una princesa. Eran simplemente el hombre y la dama en cuestión. Si fuéramos bastante extremistas podríamos decir que eran algo anónimos para el mundo. Sin embargo, con tal carga de anonimato, la dama pudo lograr sacudir hasta la última gota de efervescencia para afirmar que una sonrisa derrumbo mucho más de lo que él pensó que había construido con su mente débil. Digamos que si el joven alguna vez dijo que el día era gris pero una sonrisa lo hizo reir, en esta ocasión mucho más fue. La historia tiene un fin tan escaso como el contenido mismo lo es. Solo queda por decir que el joven toca por ahora su lira al lado de la guarida de la dama a la que vio pasar. Se comenta que a él le gustaría pensar que ella lo vio y por su apuro siguió. No lo sabe hoy, pero sabe que su música, si no lo acerca a lograr su cometido, por lo menos le dejara la sensación que lo que tenía para dar, sin ser todavía recibido, flota en el ambiente buscando el gesto gratificante de la agraciada dama.

miércoles, 16 de enero de 2008

Historia del hombre que simplemente se enamoró.

Era un tipo de barrio. No solía salir mucho de los límites de su comarca, sobre todo cuando hacía frío. Trabajaba en el fondo de su casa, dándole nueva vida a objetos que desde la eternidad habían sido predestinados para caer en sus manos y fluir desde allí al infinito con nueva forma pero con la misma esencia, es decir, que era chatarrero. Los materiales le llegaban a su casa de dos plantas, ubicada en una de las pocas calles asfaltadas del barrio. Así, que solo le era menester salir a la puerta de su casa todos los días para recoger los vejestorios y luego, en la puerta misma se lo entregaba a un nuevo comprador. No era de ese tipo de chatarreros que salen por la vida buscando la chatarra en las esquinas. Esa era demasiada aventura para él y en su nacimiento no había sido bañado en aguas sagradas del río Estigia como Aquiles, lo que le daba bastante desconfianza de sí mismo para realizar tales hazañas. El prefería una vida segura y confortable en su guarida pestilente. Sin embargo, como el lector menos avispado de todos ya habrá advertido, a la vida de este personaje le faltaba algo de intriga, drama o pasión para que valga la pena que sea el protagonista de este humilde mas aburrido relato. Y así es, un día, algo terrible sucedió. En aquellas expediciones que solía realizar hasta la puerta de su nido en busca de materiales oxidados, nuestro héroe solía ver de vez en cuando a la bellísima vecina de enfrente. No mentirán mis retractores al afirmar que no vivía en frente sino un poco más en diagonal hacia la derecha, pero así le gustaba llamarla a él. Era simplemente hermosa, no había palabras que alcanzaran para describir la parálisis instantánea que sufría el aparato circulatorio de nuestro querido chatarrero frente a tales apariciones. El cabello negro azabache acariciaba su rostro insuflándole más aires de grandeza que los que el mismo portaba. Este pelo bajaba, hasta su cintura gloriosa, hermosa curva estelar que convocaba imágenes de galaxias lejanas en lo más inconciente de nuestro muchachote. El rostro de la dama derramaba gracia y dulzura, siendo su sonrisa el elixir más preciado que él jamás hubiese deseado. Sus ojos jugaban como evasivos, acercándose al umbral de la chatarra y yendo de nuevo lejos sobre el camino recorrido. Parecía volar cuando caminaba, sin embargo sus ágiles pies, el piso tocaban, sintiendo éste el más bello arrumaco que ningún suelo de cualquier tipo halla sentido en todo la eternidad. Y así, como tan predecible puede ser este tipo de historias, el hombre en cuestión no tardó en caer enamorado de la delicada dama, Hubiera pasado horas recitando su nombre, si lo hubiese sabido. Así que simplemente se dedicaba a contemplarla aunque sea un ratito por día. Deseando aunque sea poder saludarla. Sin embargo, estos seres, bastante ermitaños, suelen ser algo tímidos y silenciosos, lo que provocaba cierto desanimo en la vida de nuestro bonachón protagonista. Pero claro, hubo algo que un día todo lo cambió. -Discúlpeme, mi nombre es Rosalí, y he visto que usted trabaja comprando y reciclando elementos que no son más de utilidad- -eh eh eeeeehhh… Sí señorita No podía ser real, no podía estar sucediendo, no podía ser ella. Era su momento de redimirse frente al mundo y gritar y que todos lo sepan que el declararía su amor a su princesa y todos lo gloriarían por su proeza, ya nadie lo despreciaría por su torpeza. -Ciertamente que tengo varios objetos que me interesaría que usted vea, si solamente pudiera venir a mi casa y mirarlos…- -¿Cómo no? A su servicio se encuentra este hombre huraño y tosco. Los ojos de la belleza misma brillaron con insinuación. Nuestro Romeo, la siguió, dando zancadas algo torpes que la dama pareció no notar. Muy pronto entraron a su hogar, el lugar era cálido con una aroma en el aire que rayaba lo angelical. El joven enamorado sintió como si galopara arriba del corcel de los mejores sueños y la niña a todo esto lo miraba diciendo: -¿Se encuentra bien? -Si mi lady, digame ¿dónde esta la chatarra?. -Eh escúcheme en realidad… -¿Què? -Temo decirlo, no se que pensará de mí por mi engaño y desfachatez pero… -Dígame, nada proveniente de usted podría ofenderme -Ciertamente no existe dicha chatarra, buscaba una excusa para hablar con usted y poder decirle cuan enamorada estoy, cuanto lo amo, y cuan desesperada estoy por vivir el resto de mis días junto a usted mi amado Humberto -Sa ssa sss sa sabe mi nombre…. Señorita! Rosalí! No sabe hace cuanto tiempo que sueño con usted. Las noches se me pasan entre sueños refrescantes como el rocío donde sus labios se unen a los míos en un beso que expresa mucho más de lo que soy capaz de decir. Con chatarra he esculpido su rostro y he ahorrado hasta para hacerle un regalo que pudieran aunque sea llamar por un instante su atención. -Humberto! Mucho antes me he fijado yo en usted! Béseme No hubo momento más feliz y triste a la vez para ningún hombre vivo o muerto. Él la miró con triste desesperación. Ella con los ojos cerrados y los labios juntos esperaba sentir la caricia y el beso de su amado. Pero él la vio, allí atrás, parada en un rincón, tan alta y elegante como tétrica y espantosa. Su vestido negro tocaba el piso y su mano blanca y delgada lo señalaba. Por fin lo había encontrado. La Muerte misma lo estaba acechando. Salió sin decir adiós, recogió algunas cosas en su casa y dejo la puerta cerrada. Nunca más regresó. No se sabe a donde fue. Se cree, sin ninguna prueba, que fue contratado, por el resto de sus días, para contestar el eco de las frases sonsas que los jóvenes arrogantes arrojan dentro del inodoro de la estación de tren de Haedo. En cuanto a ella, se sabe con científica certeza, que anda por las calles del barrio de Ciudadela, buscando un amor sincero que la ame como aquel, ofreciendo su vida entera al que la haga sentir bien. Lo que ella no sabe, es quien es su compañera y cual es el destino triste de tormento que a quien la bese, le espera.

martes, 15 de enero de 2008

Tormenta Pasajera me aleja de la pintura del techo.

Fue tan absurdo como real. Al verte no me significaste nada más que lo que correspondía a una como vos. Como siempre, impregnado en mi tarea no te presté gran atención. Tal vez no la merecías. Sudando y con miedo a los efectos del que vos no tapabas, continué poniendo esmero en lo que me había sido encomendado. Debo reconocer que luego de un tiempo, puse mi atención en vos en el momento en que te interpusiste entre él, monstruo colosal de efectos tan benignos como nefastos, y yo, oscuro y anónimo individuo. Tal vez buscabas que me fije en vos, y lo lograste. Pero no duraste mucho. La fascinación la perdí en cuanto me dejaste ver a él de nuevo. Lo que no pude notar es que, si bien a un costado, mucho habías crecido. Instantes pasaron hasta que tu caprichosa indignación determinó que me cachetearas como gritando: - Estoy aquí solo por vos! Dejá ya tu ocupación y entregate a ser uno solo con mi don!- No tuve más opción. Cobarde, como de costumbre, corrí lejos, casi muriendo en el intento, del lugar donde me encontraba y, más que veloz, saque todo lo que había a tu alcance que pudieras perjudicar. O al menos eso, creía yo. Porque, oh cuanto me preocupe por salvar lo mio! que no me salve a mí. Y recogiendo objetos perdidos, me percibí abrazado a vos sin quererlo todavía, hasta que muy poco tiempo después me convencí. Me arrojé y me liberé, si al fin y al cabo yo amaba lo que había en vos, solo me molestaba aceptarte en ese momento. Y me encontré en el piso donde estabas y me moje con tus gruesas gotas que impregnaban todo alrededor. No me importo demasiado que arruinaras mi esfuerzo, porque eras gratificación para mi y para cuantos más. Pero como todo, se aleja de mí en cuanto me agrada, también vos, nube pendenciera, me dejaste solo nuevamente con aquel que me hizo daño y te marchaste hacia otros pagos. Seguro que allí pagan mejor.

lunes, 14 de enero de 2008

Cuento breve.

Un pájaro, de esos cantores, que iba cumpliendo con su recorrido y realizando un misterioso designio, se presentó en la puerta de la escuela del barrio. Sonó el timbre, se escuchó el ruido de las sillas cuando se corren, algún que otro grito y las puertas. Salieron los niños primero y luego los docentes. El pájaro luego de dar dos vueltas en el lugar y largar un fuerte chillido, se acercó a la profesora de lenguaje y le dijo: -llegará el momento en el que te quedarás dormida y no sabrás que hacer para evitarlo. Conjugar los verbos no será suficiente- La docente sorprendida, no por la actitud del pájaro, sino por la coherencia de su discurso, se quedó callada. Corría el mes de julio en el poco gratificado barrio de Ciudadela. Las cosas andaban como de costumbre. Barrio de calles lindas y de calles feas, veredas nuevas y veredas rotas con baldosas flojas. Todo confluye en ciudadela, las avenidas mas importantes con los pasajes mas insignificante, grandes personajes del deporte con pibes expertos en jugar el veinticinco en la puerta de casa, grandes sueños y sueños mediocres, chicas de las más lindas y de las no tanto, vecinos que se conocen y no se saludan con vecinos que comen juntos en año nuevo, grandes tipos pero que venden verdura podrida y grandes verduleros pero que tienen la mente podrida. Todo esto son solo algunas de las cosas que confluyen en Ciudadela. Otras cosas que de vez en cuando coinciden por estos pagos son personas irresolutas con pájaros que llevan mensajes de los importantes. He aquí el meollo de la cuestión. Laura era una de esas chicas que se habían recibido de muy jóvenes aunque ya no lo era tanto. Alguna vez le apasionó dar clases de lengua y literatura, aunque ahora lo hacía casi por inercia. Vivía sola porque quería y ganaba bien. Podría decirse que era una mujer a la que le iba bien, linda y cuántas cosas más, pero... había algo que no cerraba. Y con todo esto, el ave había sido reveladora, ¿cómo podría ser de otra manera? Llegaría el día en que se quedaría dormida y no sabría que hacer para evitarlo, conjugar los verbos no será suficiente. Aquel discurso sonaba en su cabeza, y como una de esas cosas que uno ya sabe pero no se atreve a decir, así Laura recibió aquella sentencia. Hace tiempo que lo tenía adentro y ahora lo había exteriorizado, ciertamente con una no poco misteriosa ayuda. ¿Qué haría entonces? Como es de esperar, comúnmente cuando un pájaro lleva mensajes de este tipo, el receptor realiza algún tipo de cambio en su vida y el de Laura fue un cambio bastante grande. -Busque otra, no me esperen- fue el mensaje que dejó en el contestador de la directora de la escuela. –Roberto, sus tomates siempre estuvieron en mal estado- aprovechó para aclarar al paso al verdulero de la cuadra. Laura se fue y nadie, nadie le preguntó por qué. Valla uno a saber... La búsqueda fue larga y fatigosa. -digame señora ¿usté conoce la respuesta? -señor ¿qué debo hacer para evitarlo? Preguntas como estas enarboló por el mundo. Todos sabemos que cuando una mujer se empecina puede llegar lejos y creo que el desierto africano lo es bastante. El mercado de Cochabamba, la estatua de la libertad, la casa de Lenin, el patio de mi casa, la tumba de Agamenón, el circo báltico de Letonia, el IDH de Dinamarca, el freezer de Disney, fueron lugares donde buscó respuestas pero no las encontró. Deprimida, Laura volvió a su casa y se encerró. Tirada en la cama pasó tres años, podría haber sido peor. Cuando pensó en levantarse no sabía que hacer, la espera la desesperaba. Le parecía desesperante la idea que llegó por el aire. Un día que llovía mucho, la profe, como le decían, fue a buscar algo, a un placard. No se que buscaba, pero sí se que se le cayó en la cabeza aquella vieja guitarra. ¿Por qué no? Y comenzó a tocar un rato, tocó una de esas canciones y recordó que hace tiempo cuando era niña tenía una hermosa voz, y también descubrió que hoy la tenía también. Los dedos no le iban tan mal, y la música le respondía con gratitud. Canto y cantó, se encerró en un ensueño de notas musicales y creyó volar cuando cantó esa canción que siempre detestó pero que en ese instante amó. Esa canción que dice: Esta mañana caminé frente al perfume de una flor Y dándome miedo a mi mismo no me detuve a oler. Pocos pasos después pensé ¿en qué tipo de persona cambié? Brevemente reflexione: Hay cosas valiosas y otras obligatorias, Hay cosas hermosas y otras rutinarias, Hay cosas dudosas y otras aburridas, Hay cosas sinceras y otras correctas, ¿con cuales me quedaré? O mejor dicho ¿con cuales me quedé? Que lo sepa el ensueño de este mundo y la sutileza de los vivos también: hoy mismo dude de la persona en la que me transformé. Tal vez la historia lo demuestre, no vivimos de sentir. No hay estatuas a las flores, ni las hay en los balcones. Sin embargo son sabores los que nos da el vivir. No tenemos estrategias, ni armas ni fortalezas, Pero sí las aspiramos si pensamos en grandeza. Cuan mediocre pensamiento, que me ataca de repente. Es ahora cuando dudo de la capacidad de expresar. ¿será para todos posible contemplar la belleza del ser amado? ¿podremos todos sentir el brillo de la luz furiosa que ilumina los senderos? ¿o la triste realidad es que algunos, impunemente mediocres, no tenemos mas remedio que jugar a la rutina? Repito que me asusté, y el temor se me agiganta. Yo no se que pasó hoy pero se que pasará mañana cuando no será el segundo el que valga sino la sutil magia de sus flores blancas. Volvió a instalarse el silencio pero esta vez fue gratificante. Laura respiró profundo y sintió el aire fluir suavemente hacia su pecho y luego ser devuelto de su pecho al infinito. Sintió como si de repente.... no, solo le pareció. Acomodó sus delicadas manos y rasgueó las viejas cuerdas. La melodía acompañó nuevamente a la voz. Desearía poder pintar Todos los cambios de mi humor Y no dudaría en guardar El color más hermoso para cuando estoy con vos. Las voces no hacen ruido Si no están cargadas de amor, Las sauces no lloran, rien Si a su sombra nos abrazamos los dos. Suavemente me despierto de este ensueño de letargo Cuando veo que tus ojos son los que están brillando Si no tengo más apuro en cumplir con mis promesas Es porque no es promesa el quererte hasta la luna Eso lo hago hace tiempo, amor mio te lo juro. -Pero ¿cómo? Si yo odiaba esta canción- Así era antes, cada vez que su papá se la dedicaba a su mamá, odiaba aquellas notas pero en ese instante la amo. El silenció fue coronado rey nuevamente, breve reinado el que tuvo, pero glorioso sin duda. Otra vez pareció como si Laura sintiera.... no, no solo pareció. Cansada, Laurita, se tiró en la cama, se durmió y soñó. Soñó y soñó. Veía a su mamá, ¡cómo la quería! A su viejo, a sus hermanos. Se sentía tan bien de verlos. Los amigos de la infancia, vio a su maestra de primer grado. Vio pasar a la inocencia y a los anhelos, atrás pasaron los días adolescentes y los sueños de ser presidente. Caminó por un jardín de petunias, y allí vio pasar a las convicciones, también a la coherencia. Corrió un rato a la sinceridad perdida y se cruzó con la dulzura y la ternura. Tropezó con la desidia y el orgullo, chocó con la soberbia. Atravesó suavemente el perdón y aterrizó finalmente sobre el amor. El sonido del telefonó la despertó, tal vez, al día siguiente. –mamá que lindo escucharte- -papá ¿cómo andas?- -amiga mía ¿cómo se te dio por llamarme? Y así, ese día transcurrió. Antes de volver a dormir Laura sintió como si supiera... no, no solo le pareció. Y el tiempo fue pasando, la profe, ya no era la misma. Aquel día Laura rezó. Pidió encontrar la respuesta a su búsqueda, pero ya sin ese dejo de desesperación que tuvo durante tanto tiempo. Pero aparentemente nada pasó y sentada en la cama, con las manos en la cabeza pareció como si Laura largara a llorar. Así fue. Rompió en llantos por primera vez desde hace tanto. Y ahora sí entró el pájaro rompiendo el vidrio de la ventana y cantó la melodía más bella que nadie jamás había escuchado. -Finalmente encontraste el camino, tu búsqueda fue larga, aunque todavía no termina. Niña, el día en que quedarás dormida llegará para todos, la necedad no está en no saber que hacer para evitarlo sino en desesperarse para lograrlo. La sabiduría está en vivir una vida plena para llegar tranquilo a aquel día, sin reproches ni lamentos que opaquen la grandeza de la aventura vivida. Yo se que hoy lo entendiste.- Y volando en círculos salió disparado llevando, quién sabe, otro mensaje a quién sabe quién. -Las siete- pensó, -se me hace tarde otra vez, que sueño más extraño, por cierto- y sin ver aquella pluma blanca en su cama, se fue a trabajar. Para alguno de por ahí, la vida de Laura continuó igual, pero ella y yo sabemos muy bien que no.
Tomás

Aquella Flor. Volví luego tras mis pasos.




Hace poco pasé frente al perfume de una flor.

Esta mañana caminé frente al perfume de una flor Y dándome miedo a mi mismo no me detuve a oler. Pocos pasos después pensé ¿en qué tipo de persona cambié? Brevemente reflexione: Hay cosas valiosas y otras obligatorias, Hay cosas hermosas y otras rutinarias, Hay cosas dudosas y otras aburridas, Hay cosas sinceras y otras correctas, ¿con cuales me quedaré? O mejor dicho ¿con cuales me quedé? Que lo sepa el ensueño de este mundo y la sutileza de los vivos también: hoy mismo dude de la persona en la que me transformé. Tal vez la historia lo demuestre, no vivimos de sentir. No hay estatuas a las flores, ni las hay en los balcones. Sin embargo son sabores los que nos da el vivir. No tenemos estrategias, ni armas ni fortalezas, Pero sí las aspiramos si pensamos en grandeza. Cuan mediocre pensamiento, que me ataca de repente. Es ahora cuando dudo de la capacidad de expresar. ¿será para todos posible contemplar la belleza del ser amado? ¿podremos todos sentir el brillo de la luz furiosa que ilumina los senderos? ¿o la triste realidad es que algunos, impunemente mediocres, no tenemos mas remedio que jugar a la rutina? Repito que me asusté, y el temor se me agiganta. Yo no se que pasó hoy pero se que pasará mañana cuando no será el segundo el que valga sino la sutil magia de sus flores blancas.
Tomás