domingo, 2 de noviembre de 2008

A Tomás (por el pintor)

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Un impulso, ningún sonido
no se lo que quiero
y no quiero lo que no tengo
senderos pocos conocidos
palabras sin sentido
buscando la punta del hilo
que es historia de todo lo perdido.
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Y por qué el frio?
se que te abraza como amigo
que tu corazón está en el ombligo
intentando entender al enemigo
bien arriba amenaza el cielo
despeja el aire y los miedos
sumergido en los oídos
Jhon te habla, describe un mirlo
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Y es todo lo que digo,
a veces, el corazón late distinto
perder es solo el principio
extrañando los días con todo su brillo
ella sabe bien que es tu abismo
y que aprendés sobre sueños partidos,
y que coleccionás algo del destino,
cruzarás el tiempo, contra el viento
te sigo, salteador de caminos.
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Por Andres Fuschetto.
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http:\\unpintorenelbolsillo.blogspot.com

miércoles, 6 de agosto de 2008

Ser o no ser

Querido salteador: El otro día en el cafe encontré el siguiente texto escrito en una servilleta. ¿Serías tan amable de darlo a conocer?...
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Se dice que las cosas son como son, siempre y cuando sean. Lo cual puede parecer una obviedad, pero vayan a decirle a algo que es, que en realidad no es, a ver como reacciona (siempre y cuando en realidad sea y por lo tanto tenga la capacidad de hacer algo). Ejemplos sobran, figúrense simplemente el lío que se armó cuando en 1967 el pibe Ramón Ramírez que jugaba en la sexta de Racing escuchó desde atrás del alambrado: “¡pibe no existís!”. No es que se haya enojado, simplemente dudó. Porque a uno le pueden decir muchas cosas, pero ahora que le digan que uno no existe es un poco más fuerte que muchas otras cosas más. Piensen en los monstruos. Centenares de años luchando contra el incipiente racionalismo humano, asustando a niños, ancianos y leñadores para que hoy haya padres tan poco considerados, capaces de decir a sus crios: “niños, dejaos de joder, los monstruos no existen”. ¿Puede uno llegar a sentir un dolor tan fuerte? Se dice que en 1492, los monstruos de toda Europa del Norte, aprovechando que muchas mentes se encontraban debatiendo si Colón era o se hacía, se juntaron en una especie de hermandad que se identifica hasta nuestros días con las siglas: “LMSEQTDEPPFNQMSLSISCDNFPTSH¿AN?BEF”. Que querría decir: “Los Monstruos Sí Existimos, Queremos Trabajar, Déjennos en Paz Por Favor, No Queremos Mas su Limosna Sucia e Irreverente. Somos conciente de nuestra fealdad, pero también somos humanos. ¿Ah no? Bueno en fin….” Aparentemente en los primeros años de existencia, el gremio de monstruos tuvo cierto reconocimiento, y la gente comenzó a despreciar a esas mentes avanzadas que comenzaban a predicar que ellos no existían. Sin embargo la vagancia de la inteligencia humana (cuya existencia merecería en ciertos casos un profundo debate), concluyó en que una agrupación con un nombre tan difícil de pronunciar no podía existir. Hoy, 500 años después, los medios masivos de comunicación suscribieron a la tesis de la no existencia monstruosa. Más allá del ejemplo de los monstruos, se han planteado y se plantean cotidianamente muchos otros casos de debates existencia/no existencia-de algo- para la gente que no tiene nada que hacer. La amistad entre el hombre y la mujer, el altruismo, el amor a primera vista, Villa Bosch, la fotosíntesis, la libido, el pop… Todos tópicos de discusión posibles. Pero aceptémoslo de una buena vez: Lo que no es, pero hablamos de ello, a partir de ese momento es. Lo es por lo menos artística y literariamente, que son sin ningún lugar a posible discusión los aspectos más importantes de la realidad, ahora sí, si pretendemos distinguir lo que es y lo que no es desde la vulgar concepción de las existencias concretas y materiales… estamos complicados. De todos modos no me interesa.
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No tengo medios para hacerlo conocer.

viernes, 13 de junio de 2008

Pequeño paseo de dos cuadras, del videoclub a casa.

¿Por qué quien camina por independencia lo hace hacia su hogar y hacia ningun otro lugar?
¿Por que la gente del libertador va a otros lugares?
¿Por qué esos lugares no son mejores ni peores que los primeros?
¿Por qué no somos concientes que no podemos vivir sin unos ni otros?
¿Cómo se explica que una calle sea tan distinta a otra igual?
¿Qué pensaba la mujer con el parche en el ojo?
¿Cómo puede ser que en la calle de la gente de los hogares, esté, así como oculto, el rincón de los que viven solos y abandonados?
¿Por qué todos la escuchaban?
¿Por qué sin escucharla me emocionó?
¿Qué diferencia hay entre aquella mujer hermosa y la anciana que poco ve?
¿Una calle?
¿Qué diferencia hay entre el que te hace luces para dejarte pasar y el que te hace luces para que lo dejes pasar?
¿Dos palabras?
¿Desde cuando el mundo se convirtió en una negación de la percepción?
¿Donde estuve hasta recién?
¿Donde estaba el otro?
¿Alguien sabe?
¿Por qué te gusta más?
¿Por que lo preferis a él?
¿Por qué no me siento bien?
¿Por qué ahora sí?

lunes, 19 de mayo de 2008


Epístola III (carta a un Centauro)

Encontré esta carta al lado del último buzón de Buenos Aires. Pensé en meterla en el mismo y seguir con mi vida, pero no. Hice lo que cualquier infeliz como yo hubiese hecho. Traje el sobre conmigo.En casa lo abrí y leí la siguiente carta escrita en un papel amarillento. --------------------------------------------------------
Estimadísimo e indigente Centauro:
Todo esto tiene sentido, y ya te digo por qué.
El otro día, estaba en la peluquería esperando a que llegara mi turno para cortarme el pelo (uno ya sabe por qué hace esto). Mientras tanto tenía tres opciones, escuchar el cd de pink floyd que sonaba (grabado en Pompeya), escuchar lo que hablaba el peluquero con el hombre al que le recortaba el bigote, o pensar en mi vida y sus problemas de corazón.
Frente a estas tres opciones, todas ellas con marcadas influencias suicidas en personas como yo, no pude y casi me quiebro. Así que, de tener tres opciones deprimentes sume otra más. No sabía que hacer, y en ese momento no pude más que pensar (otra vez y van..) en la inaguantable imposibilidad de elegir. Crisis existenciales si las hay, la que se me planteó en el salón de belleza fue.
Pero como soy hombre de cartas tomar, me convencí (otra vez, otra vez y van...) de que eso de elegir y renunciar no podía ser para hombres como yo a los que el mundo les quedaba chico y decidí que iba a hacer todo eso a la vez.
No quería ni escuchar al pegajoso del peluquero hablar mientras retocaba un bigote facista, ni quería escuchar a pink floyd, ni quería remover el fondo de la cacerola... pero antes que tener que elegir empece a hacer todo a la vez.
Es así que cuando iba por el minuto 48 de la canción más corta del disco de los rosas, escuche algo que me cambió la vida para siempre... por quince minutos.
La persona que se cortaba el pelo después del del bigote y antes que yo, se aprestó al sillón donde sería atendido y mientras era envuelto por aquella roñosa toalla (que tiene el aspecto de funda de almohada de mastín napolitano) sufrió el embate de una de esos inicios de conversación tan sinicos como apestosos como sólo un peluquero puede ser.
Peluquero: Hola
Hombre (cliente X): .....
Peluquero: ¿Sabés que un amigo mio sufrió un accidente?
Hombre (cliente X): ..... Pasame el numero dos por atras y el tres arriba, emparejame un poco las patillas.
Peluquero: Ya no se puede salir a la calle... Si no te chocan el auto, te roban y si no te roban te violan y si no te violan te mata, encima los políticos...
Hombre (cliente X) (interrumpiendo abruptamente): Y BUENO... SI ESTÁS VIVO, ALGO TE TIENE QUE PASAR, TENES QUE TENER MUCHA SUERTE PARA QUE NO TE PASE NADA.
Y sí!!!! No creo que valga la pena que yo diga todo lo que pienso sobre esa gloriosa contestación porque tengo miedo de empañarla con mis lúgubres palabras.
Amigo fiel y mitológico, reflexioná sobre ellas y tratá de llegar la fondo de la cuestión que ahi es siempre donde vamos.
Ah y decile que la sigo queriendo.
Pedro Calderón Lope de Vega de la Mancha.

martes, 22 de abril de 2008

Epístola II

Se que te desacostumbraste a que te escriba tan seguido... perdoname amigo. Es que hoy me pasó algo extraño. Te lo cuento sin más introducción.
Volvía del trabajar, 12.50 me bajé del 86 en liniers. Cruzo colectora aprovechando el largo semaforo peatonal (algo que te da placer al fin). Camino, entre decidido y resignado para cruzar la General Paz por debajo. Respiro azufres que van más allá del olfato. Y veo un perro venir, uno de esos perritos callejeros pero lindos. Con la cola peluda, pero algo cabisbajo. Lo miro y le digo: "Buen día, ¿como te esta llendo hoy?" No me contesta. Que mala educación pienso y a un falso linyera que estaba mirando todo, de ahi muy cerca le pregunto. "¿Sabe usted qué le pasa a este perro?" -Si- Me contesta. Y recita los siguientes versos.
"...Pueden contarle el cuento una y otra vez
endulzar sus oidos con aquella miel
Sin embargo hay algo qeu no es para él
por eso solo Mira y Desespera
Mira sin ver
No ve que no hay flautista que se lleve a los roedores esta vez
Desespera Esperando
caudales de agua y sal que se hacen rogar
Si tan solo lo mojaran, a lo mejor se refrescara
Sin embargo no puede, no fluyen
¿y que más da?
Si él solo mira y desespera
Pierde la confianza tanto como la recupera
No hay remedios placebos para su alma con pena
Mira una y otra vez
Observa su talisman de papel
hoy vive mañana muere
si tiene suerte tal vez..."
Enseguida todo comprendí. No quise volver a cruzar a ese perro, por la verguenza que sentí de mi desfachatez.
Sin más, me despido amigo fiel y cruel.

sábado, 19 de abril de 2008

Because


viernes, 18 de abril de 2008

Epístola I

¡Qué ganas de escribirte que tengo! No te das una idea. Y eso que estamos medio como distanciados, ¿no? Vos y yo… Que locura ¿Sabes que me pasa? Me atacó. Me atacó algo que nunca quise, no se que es. Es eso que te ataca cuando estás bien. Yo te lo juro, cuando estés mejor, sientas mejor, desees mejor y quieras compartir, llega algo que no lo comprende. En ese momento que vos sos confianza y entrega te siembran la semilla de la duda. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer? No se. Te juro. Feliz porque cumplís con designios que vos designaste de antemano. Las cosas se te dan. Horizonte claro y limpio y de repente un nubarrón, como ese que tanto me esta haciendo toser estos días. Pero insisto. Te juro que esta vez se que hago las cosas bien y siento que es incomprensión. Porque muchas veces la pifiamos, pero aca tengo certezas, certezas. No hice el daño. ¿Vos qué pensás? Puede ser. Tal vez. Pero ahora tengo que andar explicando por qué estoy bien. TENGO QUE EXPLICAR ESO. Años, mucho mucho tiempo buscándolo y cuando lo alcanzo tengo que dar explicaciones!¡¿Cómo si fuera un crimen?! ¿Qué pasa? ¿Te quieren bajar? No entiendo. Me parece que con vos no hace falta dar vueltas. No me la doy de mártir. Vos me entendés. Cualquier aclaración está de más. No pido que no me cuestionen nada… pero me mata hermano, me mata. No te molesto más, me despido con una lágrima ardiente en el ojo y un abrazo profundo en el pecho. La dejo rodar en tu honor.
Adrian

martes, 18 de marzo de 2008

Sangre

Con el rostro pálido puso su cuerpo en la mitad de la calle desierta. Apenas se mantenía de pie. La sangre fría y oscura manchaba su ropa en el costado derecho de su pecho. Sus labios temblaban sin poder hablar y su mirada lastimera buscaba encontrar una respuesta a tantos retos vividos, que sin avisar desaparecerían ya. No le agradaba para nada la idea de ver una vida terminada así. Morir no era un dilema, sino que lo era no resolver tantas cuestiones demenciales, pero apasionantes, que se le habían cruzado en su existencia. Sus piernas estaban débiles y apenas le respondían. Sentía que estaba de pie porque algún hilo invisible de humanidad aun lo sostenía. Un paso quiso dar, pero el dolor helado que sintió en las costillas lo convenció de lo inevitable de su quietud. Una rodilla en el suelo, la mano opuesta haciendo lo mismo. Sangre brotaba, y bajaba hacia el suelo, mientras el vapor que salía de su boca subía tristemente hacia el cielo llevándose en cada molécula de agua un instante de esa vida indecisa entre la felicidad y el abatimiento. Años y años de asperezas, rozar los codos con el asfalto en cada vuelta de esquina. No supo ser el más astuto capitán de su nave marinera pero fue el único que hubo y el más legítimo timón. El destino había sido siempre un gran enigma, pero hoy, más que eso, era un objeto filoso y puntiagudo que entraba por su costado inclinándose hacia arriba y pasando como esquivo entre dos costillas testigos. En el hoy el destino era un metal frío lleno de rencor y dolor con la amargura del resabio del amor. Ahora sí. Su cuerpo de costado en el suelo. Las rodillas flexionadas y las manos en el pecho rojo abismo. La posición fetal indicaba el nuevo comienzo, forzado por este súbito fin. El viento cálido levantaba las hojas amarillas del suelo, las cuales giraban a su alrededor como muralla contra el mundo. Ya demasiado contacto habían tenido ambos, ahora merecería soledad. Sin embargo pequeños rayos de sol se colaron entre las ramas peladas y descendieron por entre ellas dejando su calor en el polvo que en el aire había e iluminando con su otoñal luz la cara del único testigo de su desesperante situación. Éste si que estaba abatido. Su corazón parecía quieto de tan veloz y su cara indicaba la desesperación por hacer algo por ayudar al que sufría. Dio tres pasos hacia él, que era la distancia que los separaba. Y se agachó muy cerca. Apoyó ambas rodillas al lado del derribado y paso un brazo por entre su cuello y sus hombros, el otro por tras su espalda. Con un gran esfuerzo lo levantó, llenando las mangas de su camisa del oscuro líquido que fluía. Caminaba confundido, no sabía qué pretendía. Llegó hasta la esquina y allí se detuvo a observar el rostro del moribundo notando que su mirada estaba siendo retribuida. Escalofrío, todo giraba. La sangre lo quemaba y el silencio de la calle Cajaravilla se convertía en una sinfónica de la conciencia ensordecedora. El socorrista no pudo contener el llanto al ver que el ahora cadáver, había dejado de respirar. -Perdón- Dijo entre lagrimas de arrepentimiento que lo ahogaban. Nadie lo escuchó. Nunca, pero nunca, se perdonaría haber matado a su propio hijo.

domingo, 3 de febrero de 2008

El universo en una Carie

No es normal que a una persona le entre el universo en una carie, sin embargo, tampoco es demasiado normal que la señora de la otra cuadra se la pase queriendo saber de la vida de los vecinos, y de eso nadie dice nada. Cuando se empezó a correr el rumor de que Luisito tenía al universo en una carie, las comadronas del gallinero se comenzaron a convulsionar logrando escenas realmente apocalípticas que ni el más barato director de cine hollywoodense hubiera imaginado. Que cómo puede ser, que es un irresponsable, que la vida no es así, que la juventud esta perdida, que el tomate esta realmente caro, fueron ciertas cosas que se escucharon en el angosto pasaje sin nombre. De todos modos se llegó a escuchar cosas de bastante peor gusto y de mucho menor acierto como la graciosa afirmación de que había que cepillarse los dientes todos los días… y más de una vez por día…. Después de cada comida. Al fin y al cabo siempre había un loco en el barrio que se sentía Napoleón Bonaparte descubriendo América y con derecho a decir tamañas bravuconadas. Como es de esperarse el pequeño poseedor del universo en su boca, se comenzó a sentir algo incomodo al ser observado por toda la cuadrilla de viejas chusmas. Sin embargo tampoco era algo que no lo dejara vivir. Su vida continuaba normalmente, adicionando obviamente cierto sentimiento de culpa cuando mordía con el premolar derecho contemplando la posibilidad de un Big Crunch intrabucal, lo que no le agradaba. Y así Luchito fue bajando de peso porque poco a poco el sentimiento de culpa se le acentuó, y el mismo llegó a ser tal que en un extremado sentir de patriotismo cosmopolita fue dejando paulatinamente las ingestas diarias, hasta llegar a la situación vulgarmente conocida como no comer un cuerno. Estaba realmente flaco, se sentía débil, aunque heroico a la vez. Ahora sí, recorría los caminos con una cara pálida y escuálida pero con un dejo de fulgor orgulloso que dejaba leer algo así como –tranquilos Luisito está aquí- Y ya que hablamos de los caminos, valga destacarse, que Luisito no recorría los caminos en orden sino que los recorría salteados. Era un verdadero salteador de caminos, y nada más lejos de ser un bandido medieval que realizara atracos a caravanas, nada más falso que eso en él. Volviendo un poco al tema que exalto en aquellas vacaciones a las insípidas vecinas, tendríamos que tener en cuenta que a pesar del socrático orgullo y placer sentidos por el deber cumplido, Luisito era a la vez co-protagonista, junto a su carie, de una compleja novela psicológica, perteneciente, por supuesto, a otro autor.[1] El nudo de dicha novela era que justamente Luisito al hacer el acto heroico de no comer para no destruir al universo desde el cual escribo y ustedes leen, se debilitaba más y más y se encaminaba a morir lentamente siendo el universo golpeado por guerras, hambrunas, pestes, terremotos, tsunamis e invasiones masivas de vendedores de perfume del barrio de Liniers. ¿Qué debía hacer? ¿Por qué él tenía que enfrentar tan grave encrucijada ético-ciudadana-moral-social-cultural-intelectual-física-y demás? ¿Por qué simplemente no tuvo ciertas bacterias en el lugar de su carie, o por lo menos el universo en un zapato, para poder cuidarlo mejor? La respuesta es simple, -porque no-. Y con esto lucho lloró, y lo hizo de manera muy amarga y sincera. No tuvo más remedio que hacerlo. Tuvo que hacer lo que siempre odió: hacerse cargo. Sacó turno con el dentista. No aguantaba más. Se dirigiría al salvaje carnicero con disfraz de profesional para decirle: -¡tordo soluciónemelo, sáquemela!- La sala de espera era un caldo de cultivo. Llamaban a los pacientes uno por uno tardando aproximadamente entre 26 minutos y 6 años bisiestos entre uno y otro. Luís se desesperaba y golpeaba sus nudillos con los dedos estirados de la otra mano. Su pie repiqueteaba como caballo terco, levantando el polvo del suelo del siniestro lugar. Las paredes manchadas por años de gratitud formaban ellas solas mensajes como –No lo hagas-; -Asesino- ; -¡Hola Susana!- ; o –GAME OVER-. La asistente salió del consultorio,. El creyó que su hora, y la de todos, había llegado pero no. Pasó otro avaro paciente más. Ya la transpiración formaba una docena de Tigres y Eufrates en la frente del joven, siendo su conciencia un martilleo constante y parejo que no le daba paz. La respiración entrecortada le agitaba el pecho y el corazón sobreexigido bombeaba sangre como podía. Ahora sí, señor Bisturí, su turno. Luís se paró en el lugar sin utilizar las manos para hacerlo, giro una pierna en el lugar y la otra la detuvo pensativo. Esbozoó un pequeño e imperceptible gesto de ese soy yo, y dio un primer paso hacia el consultorio. Sin embargo de repente, la duda lo atacó nuevamente. ¿Qué debía hacer? Sacarse la muela y terminar con el suplicio, y secundariamente con la historia del universo; o retirarse hacia la calle para llevar en su diente una carga pesada, pero a lo lejos gloriosa. Se encontraba en la mitad del pasillo a la misma distancia exacta de la puerta del consultorio que de la puerta que daba a la calle. Los hemisferios cerebrales trabajaban más que de costumbre. Luís lloraba. De todos modos, se que hasta aquí nadie ha creído ni una sola palabra de lo escrito, lo que me lleva a pensar en la necesidad de que nuestro héroe se detenga ahí como esperando en actitud extorsiva. No escribiré más sobre este asunto, porque no me da ganas de hacerlo cuando no me creen mis historias. Luís seguirá ahí o tal vez no, tal vez ya tomó y ejecutó alguna decisión. A ustedes no les importa porque no creen. Así que por favor no molesten de aquí en más.[2] [1] Dicho autor ya murió y justo antes de morir ingirió una por una las páginas de su obra. Dicho esto se ruega no insistir ya que es metafísicamente imposible que haya pruebas de la existencia de dicha novela psicológica. [2] Perdón Mark Twain. Paupérrimo homenaje.

Lo que se ve


Creo que ganadora de algun premio que sinceramente no me importa. Solo me importa lo que se ve.

viernes, 25 de enero de 2008

Breve Relato sin fin

Con una encanto inmedible logro lo que nunca se había propuesto. De hecho ni siquiera lo había conocido y debido a las distancias que los separaban, rayanas de lo grosero, era muy probable que ni siquiera se hubieran visto jamás. La cercanía que los unía era fruto del más imperfecto azar. No eran una princesa y un plebeyo, ni un plebeyo y una princesa. Eran simplemente el hombre y la dama en cuestión. Si fuéramos bastante extremistas podríamos decir que eran algo anónimos para el mundo. Sin embargo, con tal carga de anonimato, la dama pudo lograr sacudir hasta la última gota de efervescencia para afirmar que una sonrisa derrumbo mucho más de lo que él pensó que había construido con su mente débil. Digamos que si el joven alguna vez dijo que el día era gris pero una sonrisa lo hizo reir, en esta ocasión mucho más fue. La historia tiene un fin tan escaso como el contenido mismo lo es. Solo queda por decir que el joven toca por ahora su lira al lado de la guarida de la dama a la que vio pasar. Se comenta que a él le gustaría pensar que ella lo vio y por su apuro siguió. No lo sabe hoy, pero sabe que su música, si no lo acerca a lograr su cometido, por lo menos le dejara la sensación que lo que tenía para dar, sin ser todavía recibido, flota en el ambiente buscando el gesto gratificante de la agraciada dama.

miércoles, 16 de enero de 2008

Historia del hombre que simplemente se enamoró.

Era un tipo de barrio. No solía salir mucho de los límites de su comarca, sobre todo cuando hacía frío. Trabajaba en el fondo de su casa, dándole nueva vida a objetos que desde la eternidad habían sido predestinados para caer en sus manos y fluir desde allí al infinito con nueva forma pero con la misma esencia, es decir, que era chatarrero. Los materiales le llegaban a su casa de dos plantas, ubicada en una de las pocas calles asfaltadas del barrio. Así, que solo le era menester salir a la puerta de su casa todos los días para recoger los vejestorios y luego, en la puerta misma se lo entregaba a un nuevo comprador. No era de ese tipo de chatarreros que salen por la vida buscando la chatarra en las esquinas. Esa era demasiada aventura para él y en su nacimiento no había sido bañado en aguas sagradas del río Estigia como Aquiles, lo que le daba bastante desconfianza de sí mismo para realizar tales hazañas. El prefería una vida segura y confortable en su guarida pestilente. Sin embargo, como el lector menos avispado de todos ya habrá advertido, a la vida de este personaje le faltaba algo de intriga, drama o pasión para que valga la pena que sea el protagonista de este humilde mas aburrido relato. Y así es, un día, algo terrible sucedió. En aquellas expediciones que solía realizar hasta la puerta de su nido en busca de materiales oxidados, nuestro héroe solía ver de vez en cuando a la bellísima vecina de enfrente. No mentirán mis retractores al afirmar que no vivía en frente sino un poco más en diagonal hacia la derecha, pero así le gustaba llamarla a él. Era simplemente hermosa, no había palabras que alcanzaran para describir la parálisis instantánea que sufría el aparato circulatorio de nuestro querido chatarrero frente a tales apariciones. El cabello negro azabache acariciaba su rostro insuflándole más aires de grandeza que los que el mismo portaba. Este pelo bajaba, hasta su cintura gloriosa, hermosa curva estelar que convocaba imágenes de galaxias lejanas en lo más inconciente de nuestro muchachote. El rostro de la dama derramaba gracia y dulzura, siendo su sonrisa el elixir más preciado que él jamás hubiese deseado. Sus ojos jugaban como evasivos, acercándose al umbral de la chatarra y yendo de nuevo lejos sobre el camino recorrido. Parecía volar cuando caminaba, sin embargo sus ágiles pies, el piso tocaban, sintiendo éste el más bello arrumaco que ningún suelo de cualquier tipo halla sentido en todo la eternidad. Y así, como tan predecible puede ser este tipo de historias, el hombre en cuestión no tardó en caer enamorado de la delicada dama, Hubiera pasado horas recitando su nombre, si lo hubiese sabido. Así que simplemente se dedicaba a contemplarla aunque sea un ratito por día. Deseando aunque sea poder saludarla. Sin embargo, estos seres, bastante ermitaños, suelen ser algo tímidos y silenciosos, lo que provocaba cierto desanimo en la vida de nuestro bonachón protagonista. Pero claro, hubo algo que un día todo lo cambió. -Discúlpeme, mi nombre es Rosalí, y he visto que usted trabaja comprando y reciclando elementos que no son más de utilidad- -eh eh eeeeehhh… Sí señorita No podía ser real, no podía estar sucediendo, no podía ser ella. Era su momento de redimirse frente al mundo y gritar y que todos lo sepan que el declararía su amor a su princesa y todos lo gloriarían por su proeza, ya nadie lo despreciaría por su torpeza. -Ciertamente que tengo varios objetos que me interesaría que usted vea, si solamente pudiera venir a mi casa y mirarlos…- -¿Cómo no? A su servicio se encuentra este hombre huraño y tosco. Los ojos de la belleza misma brillaron con insinuación. Nuestro Romeo, la siguió, dando zancadas algo torpes que la dama pareció no notar. Muy pronto entraron a su hogar, el lugar era cálido con una aroma en el aire que rayaba lo angelical. El joven enamorado sintió como si galopara arriba del corcel de los mejores sueños y la niña a todo esto lo miraba diciendo: -¿Se encuentra bien? -Si mi lady, digame ¿dónde esta la chatarra?. -Eh escúcheme en realidad… -¿Què? -Temo decirlo, no se que pensará de mí por mi engaño y desfachatez pero… -Dígame, nada proveniente de usted podría ofenderme -Ciertamente no existe dicha chatarra, buscaba una excusa para hablar con usted y poder decirle cuan enamorada estoy, cuanto lo amo, y cuan desesperada estoy por vivir el resto de mis días junto a usted mi amado Humberto -Sa ssa sss sa sabe mi nombre…. Señorita! Rosalí! No sabe hace cuanto tiempo que sueño con usted. Las noches se me pasan entre sueños refrescantes como el rocío donde sus labios se unen a los míos en un beso que expresa mucho más de lo que soy capaz de decir. Con chatarra he esculpido su rostro y he ahorrado hasta para hacerle un regalo que pudieran aunque sea llamar por un instante su atención. -Humberto! Mucho antes me he fijado yo en usted! Béseme No hubo momento más feliz y triste a la vez para ningún hombre vivo o muerto. Él la miró con triste desesperación. Ella con los ojos cerrados y los labios juntos esperaba sentir la caricia y el beso de su amado. Pero él la vio, allí atrás, parada en un rincón, tan alta y elegante como tétrica y espantosa. Su vestido negro tocaba el piso y su mano blanca y delgada lo señalaba. Por fin lo había encontrado. La Muerte misma lo estaba acechando. Salió sin decir adiós, recogió algunas cosas en su casa y dejo la puerta cerrada. Nunca más regresó. No se sabe a donde fue. Se cree, sin ninguna prueba, que fue contratado, por el resto de sus días, para contestar el eco de las frases sonsas que los jóvenes arrogantes arrojan dentro del inodoro de la estación de tren de Haedo. En cuanto a ella, se sabe con científica certeza, que anda por las calles del barrio de Ciudadela, buscando un amor sincero que la ame como aquel, ofreciendo su vida entera al que la haga sentir bien. Lo que ella no sabe, es quien es su compañera y cual es el destino triste de tormento que a quien la bese, le espera.

martes, 15 de enero de 2008

Tormenta Pasajera me aleja de la pintura del techo.

Fue tan absurdo como real. Al verte no me significaste nada más que lo que correspondía a una como vos. Como siempre, impregnado en mi tarea no te presté gran atención. Tal vez no la merecías. Sudando y con miedo a los efectos del que vos no tapabas, continué poniendo esmero en lo que me había sido encomendado. Debo reconocer que luego de un tiempo, puse mi atención en vos en el momento en que te interpusiste entre él, monstruo colosal de efectos tan benignos como nefastos, y yo, oscuro y anónimo individuo. Tal vez buscabas que me fije en vos, y lo lograste. Pero no duraste mucho. La fascinación la perdí en cuanto me dejaste ver a él de nuevo. Lo que no pude notar es que, si bien a un costado, mucho habías crecido. Instantes pasaron hasta que tu caprichosa indignación determinó que me cachetearas como gritando: - Estoy aquí solo por vos! Dejá ya tu ocupación y entregate a ser uno solo con mi don!- No tuve más opción. Cobarde, como de costumbre, corrí lejos, casi muriendo en el intento, del lugar donde me encontraba y, más que veloz, saque todo lo que había a tu alcance que pudieras perjudicar. O al menos eso, creía yo. Porque, oh cuanto me preocupe por salvar lo mio! que no me salve a mí. Y recogiendo objetos perdidos, me percibí abrazado a vos sin quererlo todavía, hasta que muy poco tiempo después me convencí. Me arrojé y me liberé, si al fin y al cabo yo amaba lo que había en vos, solo me molestaba aceptarte en ese momento. Y me encontré en el piso donde estabas y me moje con tus gruesas gotas que impregnaban todo alrededor. No me importo demasiado que arruinaras mi esfuerzo, porque eras gratificación para mi y para cuantos más. Pero como todo, se aleja de mí en cuanto me agrada, también vos, nube pendenciera, me dejaste solo nuevamente con aquel que me hizo daño y te marchaste hacia otros pagos. Seguro que allí pagan mejor.

lunes, 14 de enero de 2008

Cuento breve.

Un pájaro, de esos cantores, que iba cumpliendo con su recorrido y realizando un misterioso designio, se presentó en la puerta de la escuela del barrio. Sonó el timbre, se escuchó el ruido de las sillas cuando se corren, algún que otro grito y las puertas. Salieron los niños primero y luego los docentes. El pájaro luego de dar dos vueltas en el lugar y largar un fuerte chillido, se acercó a la profesora de lenguaje y le dijo: -llegará el momento en el que te quedarás dormida y no sabrás que hacer para evitarlo. Conjugar los verbos no será suficiente- La docente sorprendida, no por la actitud del pájaro, sino por la coherencia de su discurso, se quedó callada. Corría el mes de julio en el poco gratificado barrio de Ciudadela. Las cosas andaban como de costumbre. Barrio de calles lindas y de calles feas, veredas nuevas y veredas rotas con baldosas flojas. Todo confluye en ciudadela, las avenidas mas importantes con los pasajes mas insignificante, grandes personajes del deporte con pibes expertos en jugar el veinticinco en la puerta de casa, grandes sueños y sueños mediocres, chicas de las más lindas y de las no tanto, vecinos que se conocen y no se saludan con vecinos que comen juntos en año nuevo, grandes tipos pero que venden verdura podrida y grandes verduleros pero que tienen la mente podrida. Todo esto son solo algunas de las cosas que confluyen en Ciudadela. Otras cosas que de vez en cuando coinciden por estos pagos son personas irresolutas con pájaros que llevan mensajes de los importantes. He aquí el meollo de la cuestión. Laura era una de esas chicas que se habían recibido de muy jóvenes aunque ya no lo era tanto. Alguna vez le apasionó dar clases de lengua y literatura, aunque ahora lo hacía casi por inercia. Vivía sola porque quería y ganaba bien. Podría decirse que era una mujer a la que le iba bien, linda y cuántas cosas más, pero... había algo que no cerraba. Y con todo esto, el ave había sido reveladora, ¿cómo podría ser de otra manera? Llegaría el día en que se quedaría dormida y no sabría que hacer para evitarlo, conjugar los verbos no será suficiente. Aquel discurso sonaba en su cabeza, y como una de esas cosas que uno ya sabe pero no se atreve a decir, así Laura recibió aquella sentencia. Hace tiempo que lo tenía adentro y ahora lo había exteriorizado, ciertamente con una no poco misteriosa ayuda. ¿Qué haría entonces? Como es de esperar, comúnmente cuando un pájaro lleva mensajes de este tipo, el receptor realiza algún tipo de cambio en su vida y el de Laura fue un cambio bastante grande. -Busque otra, no me esperen- fue el mensaje que dejó en el contestador de la directora de la escuela. –Roberto, sus tomates siempre estuvieron en mal estado- aprovechó para aclarar al paso al verdulero de la cuadra. Laura se fue y nadie, nadie le preguntó por qué. Valla uno a saber... La búsqueda fue larga y fatigosa. -digame señora ¿usté conoce la respuesta? -señor ¿qué debo hacer para evitarlo? Preguntas como estas enarboló por el mundo. Todos sabemos que cuando una mujer se empecina puede llegar lejos y creo que el desierto africano lo es bastante. El mercado de Cochabamba, la estatua de la libertad, la casa de Lenin, el patio de mi casa, la tumba de Agamenón, el circo báltico de Letonia, el IDH de Dinamarca, el freezer de Disney, fueron lugares donde buscó respuestas pero no las encontró. Deprimida, Laura volvió a su casa y se encerró. Tirada en la cama pasó tres años, podría haber sido peor. Cuando pensó en levantarse no sabía que hacer, la espera la desesperaba. Le parecía desesperante la idea que llegó por el aire. Un día que llovía mucho, la profe, como le decían, fue a buscar algo, a un placard. No se que buscaba, pero sí se que se le cayó en la cabeza aquella vieja guitarra. ¿Por qué no? Y comenzó a tocar un rato, tocó una de esas canciones y recordó que hace tiempo cuando era niña tenía una hermosa voz, y también descubrió que hoy la tenía también. Los dedos no le iban tan mal, y la música le respondía con gratitud. Canto y cantó, se encerró en un ensueño de notas musicales y creyó volar cuando cantó esa canción que siempre detestó pero que en ese instante amó. Esa canción que dice: Esta mañana caminé frente al perfume de una flor Y dándome miedo a mi mismo no me detuve a oler. Pocos pasos después pensé ¿en qué tipo de persona cambié? Brevemente reflexione: Hay cosas valiosas y otras obligatorias, Hay cosas hermosas y otras rutinarias, Hay cosas dudosas y otras aburridas, Hay cosas sinceras y otras correctas, ¿con cuales me quedaré? O mejor dicho ¿con cuales me quedé? Que lo sepa el ensueño de este mundo y la sutileza de los vivos también: hoy mismo dude de la persona en la que me transformé. Tal vez la historia lo demuestre, no vivimos de sentir. No hay estatuas a las flores, ni las hay en los balcones. Sin embargo son sabores los que nos da el vivir. No tenemos estrategias, ni armas ni fortalezas, Pero sí las aspiramos si pensamos en grandeza. Cuan mediocre pensamiento, que me ataca de repente. Es ahora cuando dudo de la capacidad de expresar. ¿será para todos posible contemplar la belleza del ser amado? ¿podremos todos sentir el brillo de la luz furiosa que ilumina los senderos? ¿o la triste realidad es que algunos, impunemente mediocres, no tenemos mas remedio que jugar a la rutina? Repito que me asusté, y el temor se me agiganta. Yo no se que pasó hoy pero se que pasará mañana cuando no será el segundo el que valga sino la sutil magia de sus flores blancas. Volvió a instalarse el silencio pero esta vez fue gratificante. Laura respiró profundo y sintió el aire fluir suavemente hacia su pecho y luego ser devuelto de su pecho al infinito. Sintió como si de repente.... no, solo le pareció. Acomodó sus delicadas manos y rasgueó las viejas cuerdas. La melodía acompañó nuevamente a la voz. Desearía poder pintar Todos los cambios de mi humor Y no dudaría en guardar El color más hermoso para cuando estoy con vos. Las voces no hacen ruido Si no están cargadas de amor, Las sauces no lloran, rien Si a su sombra nos abrazamos los dos. Suavemente me despierto de este ensueño de letargo Cuando veo que tus ojos son los que están brillando Si no tengo más apuro en cumplir con mis promesas Es porque no es promesa el quererte hasta la luna Eso lo hago hace tiempo, amor mio te lo juro. -Pero ¿cómo? Si yo odiaba esta canción- Así era antes, cada vez que su papá se la dedicaba a su mamá, odiaba aquellas notas pero en ese instante la amo. El silenció fue coronado rey nuevamente, breve reinado el que tuvo, pero glorioso sin duda. Otra vez pareció como si Laura sintiera.... no, no solo pareció. Cansada, Laurita, se tiró en la cama, se durmió y soñó. Soñó y soñó. Veía a su mamá, ¡cómo la quería! A su viejo, a sus hermanos. Se sentía tan bien de verlos. Los amigos de la infancia, vio a su maestra de primer grado. Vio pasar a la inocencia y a los anhelos, atrás pasaron los días adolescentes y los sueños de ser presidente. Caminó por un jardín de petunias, y allí vio pasar a las convicciones, también a la coherencia. Corrió un rato a la sinceridad perdida y se cruzó con la dulzura y la ternura. Tropezó con la desidia y el orgullo, chocó con la soberbia. Atravesó suavemente el perdón y aterrizó finalmente sobre el amor. El sonido del telefonó la despertó, tal vez, al día siguiente. –mamá que lindo escucharte- -papá ¿cómo andas?- -amiga mía ¿cómo se te dio por llamarme? Y así, ese día transcurrió. Antes de volver a dormir Laura sintió como si supiera... no, no solo le pareció. Y el tiempo fue pasando, la profe, ya no era la misma. Aquel día Laura rezó. Pidió encontrar la respuesta a su búsqueda, pero ya sin ese dejo de desesperación que tuvo durante tanto tiempo. Pero aparentemente nada pasó y sentada en la cama, con las manos en la cabeza pareció como si Laura largara a llorar. Así fue. Rompió en llantos por primera vez desde hace tanto. Y ahora sí entró el pájaro rompiendo el vidrio de la ventana y cantó la melodía más bella que nadie jamás había escuchado. -Finalmente encontraste el camino, tu búsqueda fue larga, aunque todavía no termina. Niña, el día en que quedarás dormida llegará para todos, la necedad no está en no saber que hacer para evitarlo sino en desesperarse para lograrlo. La sabiduría está en vivir una vida plena para llegar tranquilo a aquel día, sin reproches ni lamentos que opaquen la grandeza de la aventura vivida. Yo se que hoy lo entendiste.- Y volando en círculos salió disparado llevando, quién sabe, otro mensaje a quién sabe quién. -Las siete- pensó, -se me hace tarde otra vez, que sueño más extraño, por cierto- y sin ver aquella pluma blanca en su cama, se fue a trabajar. Para alguno de por ahí, la vida de Laura continuó igual, pero ella y yo sabemos muy bien que no.
Tomás

Aquella Flor. Volví luego tras mis pasos.




Hace poco pasé frente al perfume de una flor.

Esta mañana caminé frente al perfume de una flor Y dándome miedo a mi mismo no me detuve a oler. Pocos pasos después pensé ¿en qué tipo de persona cambié? Brevemente reflexione: Hay cosas valiosas y otras obligatorias, Hay cosas hermosas y otras rutinarias, Hay cosas dudosas y otras aburridas, Hay cosas sinceras y otras correctas, ¿con cuales me quedaré? O mejor dicho ¿con cuales me quedé? Que lo sepa el ensueño de este mundo y la sutileza de los vivos también: hoy mismo dude de la persona en la que me transformé. Tal vez la historia lo demuestre, no vivimos de sentir. No hay estatuas a las flores, ni las hay en los balcones. Sin embargo son sabores los que nos da el vivir. No tenemos estrategias, ni armas ni fortalezas, Pero sí las aspiramos si pensamos en grandeza. Cuan mediocre pensamiento, que me ataca de repente. Es ahora cuando dudo de la capacidad de expresar. ¿será para todos posible contemplar la belleza del ser amado? ¿podremos todos sentir el brillo de la luz furiosa que ilumina los senderos? ¿o la triste realidad es que algunos, impunemente mediocres, no tenemos mas remedio que jugar a la rutina? Repito que me asusté, y el temor se me agiganta. Yo no se que pasó hoy pero se que pasará mañana cuando no será el segundo el que valga sino la sutil magia de sus flores blancas.
Tomás