lunes, 14 de enero de 2008

Cuento breve.

Un pájaro, de esos cantores, que iba cumpliendo con su recorrido y realizando un misterioso designio, se presentó en la puerta de la escuela del barrio. Sonó el timbre, se escuchó el ruido de las sillas cuando se corren, algún que otro grito y las puertas. Salieron los niños primero y luego los docentes. El pájaro luego de dar dos vueltas en el lugar y largar un fuerte chillido, se acercó a la profesora de lenguaje y le dijo: -llegará el momento en el que te quedarás dormida y no sabrás que hacer para evitarlo. Conjugar los verbos no será suficiente- La docente sorprendida, no por la actitud del pájaro, sino por la coherencia de su discurso, se quedó callada. Corría el mes de julio en el poco gratificado barrio de Ciudadela. Las cosas andaban como de costumbre. Barrio de calles lindas y de calles feas, veredas nuevas y veredas rotas con baldosas flojas. Todo confluye en ciudadela, las avenidas mas importantes con los pasajes mas insignificante, grandes personajes del deporte con pibes expertos en jugar el veinticinco en la puerta de casa, grandes sueños y sueños mediocres, chicas de las más lindas y de las no tanto, vecinos que se conocen y no se saludan con vecinos que comen juntos en año nuevo, grandes tipos pero que venden verdura podrida y grandes verduleros pero que tienen la mente podrida. Todo esto son solo algunas de las cosas que confluyen en Ciudadela. Otras cosas que de vez en cuando coinciden por estos pagos son personas irresolutas con pájaros que llevan mensajes de los importantes. He aquí el meollo de la cuestión. Laura era una de esas chicas que se habían recibido de muy jóvenes aunque ya no lo era tanto. Alguna vez le apasionó dar clases de lengua y literatura, aunque ahora lo hacía casi por inercia. Vivía sola porque quería y ganaba bien. Podría decirse que era una mujer a la que le iba bien, linda y cuántas cosas más, pero... había algo que no cerraba. Y con todo esto, el ave había sido reveladora, ¿cómo podría ser de otra manera? Llegaría el día en que se quedaría dormida y no sabría que hacer para evitarlo, conjugar los verbos no será suficiente. Aquel discurso sonaba en su cabeza, y como una de esas cosas que uno ya sabe pero no se atreve a decir, así Laura recibió aquella sentencia. Hace tiempo que lo tenía adentro y ahora lo había exteriorizado, ciertamente con una no poco misteriosa ayuda. ¿Qué haría entonces? Como es de esperar, comúnmente cuando un pájaro lleva mensajes de este tipo, el receptor realiza algún tipo de cambio en su vida y el de Laura fue un cambio bastante grande. -Busque otra, no me esperen- fue el mensaje que dejó en el contestador de la directora de la escuela. –Roberto, sus tomates siempre estuvieron en mal estado- aprovechó para aclarar al paso al verdulero de la cuadra. Laura se fue y nadie, nadie le preguntó por qué. Valla uno a saber... La búsqueda fue larga y fatigosa. -digame señora ¿usté conoce la respuesta? -señor ¿qué debo hacer para evitarlo? Preguntas como estas enarboló por el mundo. Todos sabemos que cuando una mujer se empecina puede llegar lejos y creo que el desierto africano lo es bastante. El mercado de Cochabamba, la estatua de la libertad, la casa de Lenin, el patio de mi casa, la tumba de Agamenón, el circo báltico de Letonia, el IDH de Dinamarca, el freezer de Disney, fueron lugares donde buscó respuestas pero no las encontró. Deprimida, Laura volvió a su casa y se encerró. Tirada en la cama pasó tres años, podría haber sido peor. Cuando pensó en levantarse no sabía que hacer, la espera la desesperaba. Le parecía desesperante la idea que llegó por el aire. Un día que llovía mucho, la profe, como le decían, fue a buscar algo, a un placard. No se que buscaba, pero sí se que se le cayó en la cabeza aquella vieja guitarra. ¿Por qué no? Y comenzó a tocar un rato, tocó una de esas canciones y recordó que hace tiempo cuando era niña tenía una hermosa voz, y también descubrió que hoy la tenía también. Los dedos no le iban tan mal, y la música le respondía con gratitud. Canto y cantó, se encerró en un ensueño de notas musicales y creyó volar cuando cantó esa canción que siempre detestó pero que en ese instante amó. Esa canción que dice: Esta mañana caminé frente al perfume de una flor Y dándome miedo a mi mismo no me detuve a oler. Pocos pasos después pensé ¿en qué tipo de persona cambié? Brevemente reflexione: Hay cosas valiosas y otras obligatorias, Hay cosas hermosas y otras rutinarias, Hay cosas dudosas y otras aburridas, Hay cosas sinceras y otras correctas, ¿con cuales me quedaré? O mejor dicho ¿con cuales me quedé? Que lo sepa el ensueño de este mundo y la sutileza de los vivos también: hoy mismo dude de la persona en la que me transformé. Tal vez la historia lo demuestre, no vivimos de sentir. No hay estatuas a las flores, ni las hay en los balcones. Sin embargo son sabores los que nos da el vivir. No tenemos estrategias, ni armas ni fortalezas, Pero sí las aspiramos si pensamos en grandeza. Cuan mediocre pensamiento, que me ataca de repente. Es ahora cuando dudo de la capacidad de expresar. ¿será para todos posible contemplar la belleza del ser amado? ¿podremos todos sentir el brillo de la luz furiosa que ilumina los senderos? ¿o la triste realidad es que algunos, impunemente mediocres, no tenemos mas remedio que jugar a la rutina? Repito que me asusté, y el temor se me agiganta. Yo no se que pasó hoy pero se que pasará mañana cuando no será el segundo el que valga sino la sutil magia de sus flores blancas. Volvió a instalarse el silencio pero esta vez fue gratificante. Laura respiró profundo y sintió el aire fluir suavemente hacia su pecho y luego ser devuelto de su pecho al infinito. Sintió como si de repente.... no, solo le pareció. Acomodó sus delicadas manos y rasgueó las viejas cuerdas. La melodía acompañó nuevamente a la voz. Desearía poder pintar Todos los cambios de mi humor Y no dudaría en guardar El color más hermoso para cuando estoy con vos. Las voces no hacen ruido Si no están cargadas de amor, Las sauces no lloran, rien Si a su sombra nos abrazamos los dos. Suavemente me despierto de este ensueño de letargo Cuando veo que tus ojos son los que están brillando Si no tengo más apuro en cumplir con mis promesas Es porque no es promesa el quererte hasta la luna Eso lo hago hace tiempo, amor mio te lo juro. -Pero ¿cómo? Si yo odiaba esta canción- Así era antes, cada vez que su papá se la dedicaba a su mamá, odiaba aquellas notas pero en ese instante la amo. El silenció fue coronado rey nuevamente, breve reinado el que tuvo, pero glorioso sin duda. Otra vez pareció como si Laura sintiera.... no, no solo pareció. Cansada, Laurita, se tiró en la cama, se durmió y soñó. Soñó y soñó. Veía a su mamá, ¡cómo la quería! A su viejo, a sus hermanos. Se sentía tan bien de verlos. Los amigos de la infancia, vio a su maestra de primer grado. Vio pasar a la inocencia y a los anhelos, atrás pasaron los días adolescentes y los sueños de ser presidente. Caminó por un jardín de petunias, y allí vio pasar a las convicciones, también a la coherencia. Corrió un rato a la sinceridad perdida y se cruzó con la dulzura y la ternura. Tropezó con la desidia y el orgullo, chocó con la soberbia. Atravesó suavemente el perdón y aterrizó finalmente sobre el amor. El sonido del telefonó la despertó, tal vez, al día siguiente. –mamá que lindo escucharte- -papá ¿cómo andas?- -amiga mía ¿cómo se te dio por llamarme? Y así, ese día transcurrió. Antes de volver a dormir Laura sintió como si supiera... no, no solo le pareció. Y el tiempo fue pasando, la profe, ya no era la misma. Aquel día Laura rezó. Pidió encontrar la respuesta a su búsqueda, pero ya sin ese dejo de desesperación que tuvo durante tanto tiempo. Pero aparentemente nada pasó y sentada en la cama, con las manos en la cabeza pareció como si Laura largara a llorar. Así fue. Rompió en llantos por primera vez desde hace tanto. Y ahora sí entró el pájaro rompiendo el vidrio de la ventana y cantó la melodía más bella que nadie jamás había escuchado. -Finalmente encontraste el camino, tu búsqueda fue larga, aunque todavía no termina. Niña, el día en que quedarás dormida llegará para todos, la necedad no está en no saber que hacer para evitarlo sino en desesperarse para lograrlo. La sabiduría está en vivir una vida plena para llegar tranquilo a aquel día, sin reproches ni lamentos que opaquen la grandeza de la aventura vivida. Yo se que hoy lo entendiste.- Y volando en círculos salió disparado llevando, quién sabe, otro mensaje a quién sabe quién. -Las siete- pensó, -se me hace tarde otra vez, que sueño más extraño, por cierto- y sin ver aquella pluma blanca en su cama, se fue a trabajar. Para alguno de por ahí, la vida de Laura continuó igual, pero ella y yo sabemos muy bien que no.
Tomás

2 comentarios:

MariAna dijo...

Sin duda, el mejor.

Anónimo dijo...

que tal ? , queria felicitarte por el blog , realmente muy inesperados algunos de los cuentos .
Segui asi!


Martin