viernes, 25 de enero de 2008

Breve Relato sin fin

Con una encanto inmedible logro lo que nunca se había propuesto. De hecho ni siquiera lo había conocido y debido a las distancias que los separaban, rayanas de lo grosero, era muy probable que ni siquiera se hubieran visto jamás. La cercanía que los unía era fruto del más imperfecto azar. No eran una princesa y un plebeyo, ni un plebeyo y una princesa. Eran simplemente el hombre y la dama en cuestión. Si fuéramos bastante extremistas podríamos decir que eran algo anónimos para el mundo. Sin embargo, con tal carga de anonimato, la dama pudo lograr sacudir hasta la última gota de efervescencia para afirmar que una sonrisa derrumbo mucho más de lo que él pensó que había construido con su mente débil. Digamos que si el joven alguna vez dijo que el día era gris pero una sonrisa lo hizo reir, en esta ocasión mucho más fue. La historia tiene un fin tan escaso como el contenido mismo lo es. Solo queda por decir que el joven toca por ahora su lira al lado de la guarida de la dama a la que vio pasar. Se comenta que a él le gustaría pensar que ella lo vio y por su apuro siguió. No lo sabe hoy, pero sabe que su música, si no lo acerca a lograr su cometido, por lo menos le dejara la sensación que lo que tenía para dar, sin ser todavía recibido, flota en el ambiente buscando el gesto gratificante de la agraciada dama.

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